Cuentos realistas I

DE COMPRAS

Per DIANA DARRIBA, 4rt C 

Me dirigí a esa tienda bien iluminada, con tres maniquíes que adoptaban posiciones singulares. Eran curiosos, tres cuerpos de mujeres de piel grisácea en un escaparate, sin ojos, sin expresión. Una hundía su mano en su estrecha cintura, la otra llevaba su mano a la cabeza y el último maniquí tenía las dos manos en la cadera.

Entré y me fijé en los vestidos que tenía a mano derecha, negros con un estampado floral de colores cálidos de cintura para abajo. Pensé que me quedaría genial una de esas prendas porque destacaría esas flores rojizas sobre mis piernas blancas. Blancas y largas. Largas como un calamar.

Delante del espejo, ligeramente inclinado hacia mí y con unas luces que daban la grata impresión de estar más flaca miré cómo me quedaba e l vestido. Bastante más corto que la chica del vestidor al lado mío. A ella le quedaba justo por encima de las rodillas, mientras que a mí me quedaba por debajo del pompis. Si me agachaba lograrían ver mis nalgas. Decidí dejarlo y seguir escogiendo ropa. Esta vez elegí una camisa de la talla más grande que había, la L, unos vaqueros de la 44 de tonalidad clara y otro vestido de color burdeos.

Una vez en el probador vi que ahora, el problema no sólo estaba en el largo del vestido, también en la anchura. Me quedaba extremadamente amplio a excepción de la parte del busto, que me oprinía demasiado. ¿Entonces algún vestido que me vaya bien? Era el turno del pantalón. Levanté el pie derecho y lo introduje dentro de la pernera. Repetí la acción con la pierna izquierda. Subí los vaqueros por mis muslos hasta que llegaron a las caderas. Me abroché el botón y subí la cremallera, pero me quedaban demasiado holgados y por encima de los tobillos. Y no sólo eso, me quedaban grandes. Le pedí a la dependienta de pelo moreno rizado y poasdo simpático si me podía traer una 42. El resultado cambió un poco: me abrochaban perfectamente, sin apretarme demasiado ni irme anchos, pero me quedaban igual de cortos. Creo que el problema del tallaje es que a medida que aumenta la ropa es más ancha, pero no más larga, y eso suponía un problema para una persona como yo, demasiado alta, con piernas largas y un exhuberante torso. Oí como pedía una XS alguien de algun probador cercano al mio y me indigné. Si había XXS, ¿por qué la talla más grande tenía que ser una L? 

Quizá la camisa que me quedaba por probar me daba una alegría… Me abroché uno a uno de los botones cosidos a esta tela de algodón de color lima. Cuando me abroché el último al cuello, la dependienta corrió la cortina de mi probador y me sorprendió de tal modo que inspire demasiado aire y el botón de mi pecho salió disparado hacia su ojo. 

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