1a categoria 1r premi prosa


Autora: Hiba Ouakki
La imagen de Naomi


Una imagen dice más de mil palabras. Es algo que muchas veces he oído, pero que siempre me he negado a creer. Sin embargo, desearía haber empezado a creer en ello antes de que fuera demasiado tarde. Aún recuerdo la imagen que me envió Naomi hace unas semanas. Naomi era una chica de pelo negro y piel de porcelana, pese a que recibía acoso por parte de sus compañeros, ella nunca dejó de sonreír y de ser amable con todos los que la rodeaban. Su voz era suave y siempre halagaba a sus compañeros, quizá para que nadie más tuviera la autoestima tan baja como ella. Aún recuerdo sus cálidos brazos abrazándome tras un mal día y consolándome; sus palabras que me alentaban a dejar de llorar y el reconfortante hombro en el que me dejó llorar. Era una chica con un futuro prometedor, quizá lo más cercano que conocí a un ángel... Pero murió.

No vi más allá de la hermosa sonrisa que salía en su foto. Ni yo ni nadie notó las discretas ojeras que adornaban la parte inferior de sus ojos, levemente rojos e hinchados por las lágrimas, ni me di cuenta de que su sonrisa era forzada. Lo que más me sorprendió fue el fondo. A simple vista parecía una típica habitación desordenada, pero tras largas horas viendo la imagen pude percatarme de las ensangrentadas vendas tiradas en la basura, del bate lleno de sangre dentro del armario medio cerrado y de las cajas de pastillas antidepresivas en su cómoda. Eso me dio a entender que ella tenía depresión; sin embargo, tras las análisis y tras leer su carta de suicidio, comprendí que no solo era eso lo que le llevó a suicidarse, sino también el constante abuso que recibía por parte de su novio.
Naomi lo amaba con locura. Dicen que el amor es ciego, y es por eso que ella no discutió con él cuando le prohibía vestir de cierta manera, no habló cuando este le golpeaba sin razón aparente y nunca le dijo a nadie que él la violaba. Mirar la foto me repugna, especialmente porque él también figura en ella y abraza a la pelinegra con posesión y sonríe con orgullo.

Ella amaba el cielo, siempre decía que, si tuviera la oportunidad, estudiaría astronomía. Decía que quería tocar las estrellas. Hace tres días, por la noche, Naomi saltó del tejado del rascacielos en el que vivía. Según las grabaciones, ella sonreía cuando lo hizo; no sonreía de manera forzada, sino con alivio y felicidad sincera. La frase que daba fin a la carta de despedida es «Mandé la foto como signo de ayuda, pero nadie vino a ayudarme». Le mandó la foto a todos sus amigos y familiares pero ninguno fue capaz de entender el mensaje de ayuda. Cada día me arrepiento más de ello desearía poder haberla ayudado, desearía haber entendido antes el significado de aquella simple imagen, una imagen que transmitió un profundo y desesperado mensaje.


Editor: Pau Díaz

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